Hoy llenamos las alforjas de manera diferente a las últimas dos semanas. Los coulottes van al fondo, y los ponchos chubasqueros y algo de champú y sal que nos sobra, los tiraremos antes de partir. También nos desharemos de alguna camiseta (la de algodón que ha servido de pijama) y calcetines que ya trajimos con esa idea.
En Viena, todavía tenemos un asunto que resolver
. Más pronto que tarde nos convendría encontrar unas cajas para embalar las bicis, algo de cinta y dejarlas preparadas en el parking del hotel. En pamplona vamos a Ciclos Martin, donde Natalia compro su "burra". Allí nos atienden muy bien, siempre nos han solucionado todo lo referente a las bicis, y es muy fácil conseguir unas cajas de las que ellos deshechan. Sin embargo, no sabíamos si esto sería así de fácil en Viena. Resulta que si. Hay una tienda (Bike-Attack), en la que nos proporcionan unas cajas gigantes en las que nos cabe la bici sin nos siquiera desmontar la rueda.
Solucionado el tema del embalaje, nos dedicamos por dos días y medio a visitar Viena. Sacamos un bono de metro de 48h y nos vamos a pasear por el centro histórico. También aprovechamos para ir a un museo en el que exponen una colección de obras de Gustav Klimt, pintor favorito de Natalia.
Tenemos una misión: comer, ahora sí, un schnitzel vienés, pero de los de categoría. Como yo ya estuve en Viena hace unos años, y comí junto a Ander uno de esos que se sale del plato, intento acordarme de la zona donde esta el mismo restaurante. Finalmente Ander me ayuda a encontrarlo y nos pegamos un buen homenaje.
Aprovechamos los ultimos ratos para hacer fotos, pero tenemos presente que tenemos que coger el bus hacia el aeropuerto a las 6:05am y antes de eso hay que terminar de embalar la última bici, metiendo en la caja todo lo que no está permitido llevar en el equipaje de mano.
En los aeropuertos siempre pasa algo, y con equipajes extraños, más. Después de embalar concienzudamente las bicis, llevarlas en volandas de una terminal a otra, y de ésta al punto de entrega de equipaje voluminoso, el señor encargado nos hace abrir las cajas para mirar lo que tienen dentro. Y cómo las volvemos a cerrar? En fin, como casi siempre todo sale bien, y conseguimos un rollo de cinta para volver a cerrar, esta vez no tan bien, las cajas.
Con sueño, algo de hambre y marcas en la piel hechas por las horas de exposición al sol en piernas, espalda, cara, cuello, brazos, etc. llegamos a Bilbao, donde nos esperan Pili y Josema. Contamos siempre con su disponibilidad e infraestructura, es un lujo, la verdad. Hemos quedado para comer en Castro Urdiales con Oscar, Nerea y los primos de Burgos, y por la tarde tomar una cerveza en el puerto de Castro con Amaia y Jonathan, así que llegamos a casa con muchas ganas de cama.